Latinoamérica tan verde, tan variada en sus paisajes y al mismo tiempo tan vulnerable y vulnerada en la extracción de sus recursos forestales, un tema al que varios quieren ignorar, pero el planeta, la temperatura, la vida silvestre y la salud de sus habitantes no pueden… ni deben.
Desde el satélite
Y es que la realidad, que no la percepción, se puede ver como un «primer golpe» que lo dan las cifras satelitales: 2024 registró un aumento masivo de pérdida de cobertura arbórea en varios países tropicales y una temporada de incendios que arrasó áreas primarias del bosque. Los datos públicos de monitoreo muestran que fue el fuego —en muchos casos ligado a actividades humanas como la quema para ganadería, cultivos o minería— el que impulsó gran parte de la pérdida reciente. Esa dinámica transforma paisajes, emite enormes cantidades de carbono a la atmósfera y deja territorios convertidos en parches de tierra erosionada. Todo esto no pasa, por pasar, sin traer consecuencias en el corto, mediano y largo plazo de la región y la salud entre otros ejes transversales que aquejan a los paises latinoamericanos, un panorama con varios años ya en esa dinámica.
Salud pública
Pero la tala y el fuego no se quedan en el mapa: atraviesan la salud pública. Los humos y las partículas en suspensión de las quemas tienen un efecto inmediato y mensurable en vías respiratorias, cardiacas y en la salud de los grupos más vulnerables —niños, ancianos y personas con enfermedades crónicas—. Las agencias regionales de salud han alertado sobre el aumento de episodios agudos por mala calidad del aire en poblaciones urbanas y rurales que recibieron la densa columna de humo durante 2024.
Calidad del aire y territorio
Más allá del daño respiratorio, la transformación de la cubierta vegetal altera ecosistemas y cadenas de transmisión de enfermedades. Existen asociaciones entre la pérdida de bosque y cambios en la incidencia de enfermedades transmitidas por vectores —como el paludismo— así como la mayor probabilidad de aparición de brotes zoonóticos cuando se alteran corredores naturales y se intensifica el contacto humano-animal. La lógica es simple, aunque severa: menos bosque, más contacto; más contacto, mayor riesgo de que patógenos crucen del reino animal al humano y viceversa,por tanto la tala indiscriminada, irresponsable sin estudios, sin la visión eco sustentable y sostenible es como tirar una pelota con fuerza contra la pared de enfrente y a poca distancia, sus efectos vendrán y afectarán.
Poblaciones vulnerables
El territorio no protegido se expone a una cantidad de abusos y daños en algunos casos irreversibles o con consecuencias en cadena, por la destrucción de ecosistemas, por la contaminación de mantos acuíferos,o sellar la permeabilidad del agua hacia las capas inferiores del terreno. Además casos de minería ilegal, desechos tóxicos en quebradas, ríos o lagos , están aumentando el daño ambiental de la tala en sí misma de zonas amplias en la región.
¿Propuestas?
No todo es o debe ser negativo, los expertos en temas medio ambientales, la suma de esfuerzos reales , mas allá de la formalidad de trámites burocráticos en conjunto con los habitantes de las zonas, en diálogos basados en evidencias y estudios siguen siendo un norte al cual se puede dirigir, en el entendido de evitar o revertir la deforestación y el amplio espectro de consecuencias que trae , así como los onerosos gastos que exigen sus consecuencias en la vida de las personas, la fauna y el territorio.